21 enero 2007

¿El poder de la mente? ... El poder de las palabras

Hablamos en esta bitácora de los “poderes de la mente” (que no son ocultos, ni sobrenaturales, ni mágicos). En mis lecturas (demasiado pocas, pero haberlas háilas), se me ocurre esta anotación sobre otro poder no sobrenatural y desde luego con gran capacidad de influencia: el poder de las palabras.

En una bitácora dedicada al lenguaje médico (“El laboratorio del lenguaje1, de Fernando A Navarro cuyo 'Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina' uso como obra de referencia constantemente -cada uno tiene sus obsesiones-) leía recientemente una anotación sobre ello. El ejemplo es significativo. La palabra clonación produce un fuerte rechazo entre muchos sectores de la sociedad cuando se usa junto al adjetivo humana. Muchas personas no quieren ni oir hablar de clonación humana. La cuestión puede que mejore algo (pero no demasiado) cuando se habla de clonación terapéutica (y eso a pesar de la carga positiva del adjetivo terapéutico). Sin embargo, cuando se usa una expresión técnica sinónima pero menos conocida (transferencia nuclear de células somáticas) este rechazo se reduce significativamente. Así se presentó en la última reunión de la Sociedad Estadounidense de Genética Humana el pasado octubre de 2006 basándose en los resultados de una encuesta realizada a dos mil personas acerca de si estarían de acuerdo en la posibilidad de obtener células madre a partir de embriones humanos. A la mitad de ellas se les preguntó utilizando la palabra clonación, mientras que en la otra mitad se utilizó transferencia nuclear de células somaticas. En el primer grupo se manifestó a favor del procedimiento el 29% de los encuestados, pero cuando se usó el término transferencia nuclear de células somáticas, el porcentaje ascendió al 46% (podéis ver una referencia a esta encuesta en el New Scientists del 21 de octubre de 2006). El uso de una palabra u otra hace cambiar nuestra opinión...

Otro ejemplo lo constituye el término hipnosis. Se sabe que la hipnosis facilita la generación de falsos recuerdos en el hipnotizado. Sin embargo, esto no se produce por ningún tipo de estado especial de “vulnerabilidad” cognitiva, si no más bien, por las creencias asociadas al término hipnosis (y también por las preguntas que se hacen a la persona hipnotizada), de forma que cambiando el nombre de hipnosis por el de técnica de meditación focalizada (lo que en realidad es la hipnosis) los efectos se reducen drásticamente (puede consultarse Cappafons y Mazzoni, 2004).

Con el uso, la palabras se cargan de significados y de interpretaciones relacionadas con las creencias, con los valores o con la experiencia de cada uno. Y pueden terminar siendo un arma poderosa. El uso de uno u otro término hace que nuestra opinión sobre una realidad cambie... Ya sé que esto no es nada nuevo, pero siempre hay que tenerlo presente para evitar caer en las "trampas" del lenguaje.

Pero... ¿qué ocurre en el cerebro durante este proceso? Lo que sigue es sólo una elucubración rápida que se me ocurre. Entiendo que cada término se va asociando, a lo largo de nuestra experiencia, con diferentes representaciones neurales de forma más o menos automática. De esta forma, cada término nos sugiere (o lo relacionamos) con diferenes conceptos, emociones, etc. de una forma rápida. Este mecanismo ahorra energía y tiempo: no hace falta que lo interpretemos o reflexionemos sobre sus significados cada vez que lo escuchamos. El camino ya está hecho y lo conocemos. Pero estos caminos ya conocidos (estas relaciones automáticas) pueden no ser las que hubiésemos escogido si hubiéramos pensado en ello. La irrupción de un nuevo término que no conocemos nos obliga a reflexionar nuevamente sobre el concepto en cuestión, lo que nos puede llevar a cambiar esas relaciones... a explorar nuevos caminos.

Replantearse de vez en cuando los conceptos que pensamos tener muy claros no es mala práctica...

Cupri

1Esta bitácora está alojada en el sitio web de Diario Médico. Para leerla es necesario registrarse en diariomedico.com.

7 Comments:

Blogger Fernando Blanco said...

Precisamente yo investigo acerca del poder de las palabras, en cierto modo.
Someto a los participantes a un entrenamiento, que consiste en una sucesión de eventos (posibles causas y posibles efectos). El participante tiene que aprender si hay una relación causal entre el evento A y el evento B, lo tiene que deducir únicamente a partir de la secuencia que ha visto. A todo esto, normalmente no hay ninguna relación causal entre ambos eventos.
Lo curioso es que todo cambia en función de cómo le haga la pregunta sobre lo que ha aprendido. Si le pregunto "¿Hasta qué punto es A la causa de B?", la respuesta (que se da en porcentajes) suele ser muy cauta, muchos responden entre un 0% y un 20% de seguridad. Si le pregunto "¿Hasta qué punto es A un predictor de B?" la cosa cambia, y muchas personas (o las mismas de antes) responden por encima del 80%.
El poder de una palabra. Por eso hay que escogerlas con cuidado.

27 enero, 2007 12:47  
Blogger AGRA said...

Me parece muy interesante este tema. Y también la interpretación del "poder de las palabras" que se hace en la anotación. Me parece perfectamente coherente y me recuerda mucho a la hipótesis del marcador somático de Antonio Damasio: No hay "tiempo" para razonar una conducta o respuesta ante un estímulo determinado que viene de nuestro entorno. Hay que utilizar la experiencia previa para organizar una respuesta más o menos rápida (hablando en el contexto evolutivo).
Lo único que nunca había pensado que esto mismo se podría aplicar cuando los estímulos del entorno son las palabras, el lenguaje hablado. Algo tan aparentemente lógico y discreto, donde la comprensión racional parece condición indispensable.
De nuevo..., lo emocional lo "mancha" todo.

Tito

27 enero, 2007 14:31  
Blogger AGRA said...

Influido como estoy por la lectura de The God Delusión de Richard Dawkins, se me ocurre que el fenómeno que se describe en el apunte de Cupri sería un subproducto (un daño colateral como dice Dawkins, parafraseando irónicamente a Rumsfield) de la evolución del cerebro (de la misma manera que podría serlo la religiosidad). El mecanismo neurofisiológico que se habría seleccionado sería el de generar una respuesta rápida y automática, inconsciente, ante determinados estímulos, en este caso palabras, con un significado biológico. Es obvio el valor adaptativo de responder automáticamente al oír el grito de “el lobo” (por poner un ejemplo autóctono) sin pararse a meditar los pros y los contras de las posibles respuestas: huir o defender el ganado (por seguir con el ejemplo autóctono). Es obvia también la importancia de la experiencia previa y, sobre todo, del contexto cultural a la hora de definir la relación entre los estímulos (palabras) y las respuestas. Si ahora cambiamos en el hombre moderno la palabra “lobo” por la de “clonación”, cargada de significado según un determinado contexto cultural (religioso-político), se expresará el mecanismo que se seleccionó durante la evolución (aunque ahora no tenga ningún valor biológico), desencadenando las respuestas inconscientes a las que se hace mención en el apunte.

Bueno, es sólo una hipótesis pero es que ahora lo veo todo bajo el prisma de Dawkins.

Lupe

28 enero, 2007 19:30  
Blogger AGRA said...

Gilgamesh: recuerdo ese experimento del que hablas. Lo tenéis en internet ¿verdad? Yo he sido uno de los "conejillos de indias".

Tito: efectivamente, lo que digo está basado en Damasio. He estado revisando últimamente su "Error de Descartes". Por eso mismo no me parece muy afortunado lo de que lo emocional lo "mancha" todo. Parece una descalificación. Quedaría mejor decir que lo impregna todo. Ya sabes ... cuestión de palabras.

Lupe: ¿Es la religiosidad un daño colateral de la evolución de nuestro cerebro? Menudo título polémico. Pero no tendría porqué ser un simple subproducto. ¿Qué te parece esta otra forma de preguntarlo? ¿Nuestro cerebro está evolutivamente predispuesto para que seamos creyentes? Si esto es así (podríamos aceptarlo como hipótesis dada la cantidad abrumadora de creyentes frente a no creyentes) habría que preguntarse por qué. Y antes de pasar a la hipótesis del subproducto, convendría analizar si no existe alguna ventaja evolutiva (al menos hasta ahora) en ser creyente... No he leído The God Delusion... ¿analiza Dawkins tal alternativa? Habiendo leído otros libros suyos entiendo que sí... ¿Cómo la descarta (si es que lo hace)?

Cupri

30 enero, 2007 16:28  
Blogger AGRA said...

Dawkins no es el único ni el primero en pensar que las creencias en un ser sobrenatural causa de todo o en la dualidad cuerpo-alma (ésta última inmaterial, por lo que permanece tras la muerte del cuerpo material) no tienen un valor adaptativo por si mismas sino que "aprovechan" sistemas cognitivos que pudieron seleccionarse por su valor adaptativo (no sé si este termino que uso es un anglicismo). En el apunte de esta bitácora que enlazo en mi comentario se habla más de este tema y, por cierto, su título, ¿Es Dios un accidente? es en realidad el título del artículo sobre el que se basa el apunte, del psicólogo Paul Bloom. Precisamente Bloom es uno de los que Dawkins cita en su libro, junto a los antropologos Pascal Boyer y Scott Atran. Este asunto constituye parte de un capítulo dedicado a las raices de la religiosidad, pero no es el objetivo principal del libro, que es más bien político: hacernos conscientes de la peligrosidad de las religiones y, más específicamente, del adoctrinamiento religioso de los niños (su objetivo mínimo es el de desterrar el uso de expresiones como "niño judio" o "cristiano" y cambiarlas por las de "niño de padres judios" o "cristianos"; su objetivo máximo sería el que se prohibiera la enseñanza de (una) religión a los menores de edad y se cambiara por la enseñanza de la historia de las religiones). Como algunos ya podreis adivinar, me adhiero a dichos objetivos.

Lupe

01 febrero, 2007 00:25  
Blogger AGRA said...

Por seguir con la polémica ... ¿es el escepticismo un subproducto de la evolución? o piensas que el escepticismo sí es una ventaja evolutiva ...
Al final nos alejamos del comentario y terminamos hablando de lo de siempre...

Cupri

01 febrero, 2007 15:22  
Blogger AGRA said...

Interesante pregunta. Hoy se me ha ido la olla pensando (por culpa de Dawkins otra vez) en la educación de los niños. Quizás educar en la tolerancia y el pensamiento crítico es antinatural, es un intento de domesticar a un cerebro que se "creo" en un contexto antropológico ajeno a los valores modernos. En realidad pensaba en que estos tiempos en los que los niños pueden tener de todo no tienen nada que ver con el paleolítico cuando la escasez era la norma (he oido un argumento de este tipo en relación a la alimentación y la obesidad). Quizás cuando sepamos algo más en relación a las bases neurobiológicas del escepticismo podramos decir algo. No bromeo: hemos tenido noticia de un trabajillo "sobre el tema" que estaría bien que comentaramos. Os dejo en ascuas.

Lupe

01 febrero, 2007 23:39  

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