15 diciembre 2008

De máquinas y almas

“(…) el yo no es algo tangible. Es tan sólo un estado mental particular, una entidad abstracta generada, a la cual llamamos el yo o el sí mismo. El sí mismo no se diferencia fundamentalmente de las cualidades secundarias de los sentidos (colores, olores, sabores, sonidos); el sí mismo es una invención de la semántica intrínseca del sistema nervioso central”

Rodolfo Llinás “El cerebro y el mito del yo” pags., 149-150 (Belacqva ed.)


Hace mucho, mucho tiempo…

Selección Natural: ¿Para qué me habéis hecho llamar?
Diseñador Inteligente: ¿Recuerdas el proyecto que llevo entre manos? Me refiero a la maravillosa máquina que estoy construyendo, te hablé de ella.
SN: Sí, lo recuerdo. ¿Y bien? ¿Cuánto tiempo calculas…, cuántas generaciones?
DI: Esta vez creo que las posibilidades serán infinitas. He dotado a mi máquina de nuevas cualidades que la hacen diferente de las anteriores.
SN: Eso dijiste la vez anterior y ya te demostré que al final no eran tan diferentes de las ya existentes.
DI: No, pero ahora es distinto. Mi máquina poseerá un centro de procesamiento, un cerebro, muy eficaz a la hora de sobrevivir y perpetuarse. He mejorado enormemente las posibilidades de interacción entre los individuos. Podrán formar sociedades muy complejas con cualidades como la conducta moral, la empatía…, incluso la fe en entidades sobrenaturales. Su cerebro funcionará como un verdadero emulador de la realidad externa, y también interna ya que serán capaces de generar estados internos, emociones y sentimientos. Este centro procesador, a diferencia de otros construidos anteriormente, será una perfecta máquina de predecir futuros cambios en el entorno y por tanto mejorar infinitamente su adaptación. ¡El grado de supervivencia será extraordinario!
SN: Suena bien. El tiempo te dará o quitará la razón...
DI: Pero tengo un problema clave que no sé cómo resolver.
SN: ¿Un problema? ¿Qué problema?
DI: Quiero que mi máquina adquiera una categoría especial… Quiero que mi máquina sea reina y no esclava del Entorno. ¡Quiero que mi máquina no sea una máquina!
SN: No entiendo…
DI: Quiero que mi máquina sea libre, que tenga Libre Albedrío. Que tenga la capacidad de discernir y tomar decisiones de manera independiente de su Entorno. Quiero que…
SN: ¡Imposible!
DI: ¿Imposible?
SN: Esa libertad de la que tú hablas no es compatible con la capacidad de una máquina para sobrevivir y perpetuarse.
DI: ¿Por qué no?
SN: Sobrevivir es muy duro y requiere una eficacia extrema en sus funciones. Lo que ocurra cada milésima de segundo a su alrededor será vital para mantenerse funcionando y autogenerarse. Y por ello, las decisiones que vaya tomando la máquina han de estar determinadas por su Entorno y automatizadas en su procesador cerebral. ¡Es necesario!
DI: Pero sería tan sublime, tan grandioso, tan excelso…
SN: Sólo se me ocurre una manera de compatibilizar supervivencia y libertad.
DI: ¿Cómo?
SN: Que tu máquina tenga “sensación de libertad”.
DI: ¿”Sensación de libertad”?
SN: Sí, creo que funcionaría. Necesitarías añadir al cerebro de tu máquina la capacidad de generar un “yo”, una “conciencia de sí mismo”. Así, tu máquina se sentirá Libre (con mayúsculas) y actuará como tal, aunque no lo sea estrictamente hablando.
DI: Sí, pero entonces… seguirá siendo una máquina…, como las demás.
SN: Obviamente, pero no se percatará de ello. Además, se sentirá la reina del Universo.
DI: ¿Y cómo llamarías a esa nueva capacidad?
SN: Llámalo ALMA.
DI: Bueno…, al menos construiré mis nuevas máquinas con ALMA.

Tito


Nota: "No hacemos lo que queremos, sino que queremos lo que hacemos” ("La libertad es una ficción cerebral")