22 junio 2008

Lee mi actividad cerebral y moveré el mundo (con música)


¡Sabemos mucho acerca del cerebro! Hay que decirlo, sobre todo de cara a aquellos oportunistas que aprovechándose del dicho “el cerebro es un misterio” nos quieren vender la telequinesia, la telepatía, la precognición, la percepción extrasensorial o el mito del 10%.

Sí, ya sé que el cerebro es muy complejo. Y no lo niego. Pero hace unas pocas decenas de años el cerebro era una caja negra. Una incógnita absoluta. Y con el tiempo, esta caja se ha ido transformando en una estructura coherente, organizada y comprensible. Desde los estudios pioneros de estimulación eléctrica y lesiones cerebrales (Penfield, Broca), pasando por la lobotomía y los primeros psicofármacos, hasta las nuevas tecnologías de imagen cerebral y la investigación básica en neurociencias, el conocimiento del cerebro ha cambiado drásticamente. Conocemos más acerca de la función neuronal. Pero sobre todo sabemos que los cambios en la actividad de áreas específicas del cerebro son la causa de nuestras conductas. No sólo de conductas aparentemente sencillas como comer, dormir o moverse, sino TODAS las conductas, lo que incluye nuestro comportamiento moral, la creatividad en el arte o nuestra creencia en Dios. La enfermedad mental no existe, existe la enfermedad del cerebro. No me negarán que saber todo esto ya es saber mucho acerca del cerebro y por tanto acera de nosotros mismos.

Una de las pruebas fundamentales de que sabemos mucho acerca del cerebro es que podemos predecir las consecuencias de su actividad reflejadas en nuestro comportamiento. Al menos, en determinadas circunstancias y con todos los matices oportunos. Leyendo (e interpretando) la actividad de nuestro cerebro, mediante técnicas de imagen o registros electrofisiológicos, podemos predecir cuándo y cómo vamos a movernos (es bastante impresionante el último estudio en el que un mono es capaz de “manejar” un brazo biónico para alimentarse), si nos va a gusta una obra de arte, si vamos a sentir empatía por un semejante, si nuestro comportamiento social va a ser más o menos moral o incluso en qué estamos pensando… Dicho en titulares de periódico, “podemos predecir nuestro futuro” si medimos nuestra actividad cerebral, ya que éste ocurre en nuestro cerebro antes de que seamos conscientes de ello. Y tanto es así, que podemos influir en el mundo que nos rodea a través del pensamiento (modificando voluntariamente la actividad cerebral). Esto implica que sabemos en qué áreas cerebrales medir, relacionar esas medidas con tareas o conductas determinadas y además crear un algoritmo que traduzca esa información de manera correcta a un sistema informático para que cumpla con nuestras intenciones (interfaces cerebro-máquina).

En realidad todo esto viene porque se acaba de publicar en el periódico El País un pequeño artículo que cuenta los avances de un artista experimental, Mick Grierson, en el diseño de un casco que detecta la actividad cerebral generada al pensar en una nota musical, de manera que se podría llegar a componer música sólo pensando en ella. Bueno…, en realidad esto no es tan sencillo como pueda parecer. No es que se piense en una melodía y ésta se refleje en un “concierto musical”. En realidad, se trata de conectar el registro de nuestras ondas electroencefalográficas a un software que va a detectar (a través de un algoritmo específico) la nota musical en la que estamos pensando cuando coincide con las notas musicales que aparecen en una pantalla (se puede ver el video de demostración del propio autor aquí). Para ello, según el artículo de El País, lo que se cuantifica es el potencial evocado provocado por un estímulo (P300), en este caso las notas mostradas en la pantalla.

Claro que muchos músicos o artistas pensarán con razón que esto no tiene nada que ver con la composición apasionada de una obra musical, así como a veces se relata en la literatura o el cine sobre Beethoven o Mozart. Y también es cierto que un “Do” o un “Re” suenan en nuestro cerebro de manera diferente cuando estamos tristes o cuando estamos felices o eufóricos…. Es cierto. Ahora bien, el estado de ánimo es producto de la actividad e interacción de áreas específicas de nuestro cerebro. Por tanto, la tristeza o la dicha, también llegarán a ser “comprensibles” e incorporadas a estos interfaces cerebro-máquina. Y si no, ¡al tiempo! ¿Cómo será el algoritmo que incorpore la valencia emocional fruto de la actividad cerebral a una composición musical o al movimiento de un brazo biónico?

Obviamente falta mucho por saber. Para la construcción de estos interfaces cerebro-máquina, partimos de un mapa causal “actividad cerebral-conducta”. Sin embargo, aún no entendemos muy bien los “entresijos” neuronales responsables de este mapa. Es decir, tenemos que observar primero cómo actúa el cerebro y luego copiar lo que hace (fabricando un algoritmo). Aún no podemos programar al cerebro para realizar una tarea que no ha sido llevada a cabo con anterioridad.

Se podría hacer una analogía con el gran protagonista del siglo XX, el genoma. Conocemos el mapa global de nuestro genoma y del de otras especies. Sabemos dónde se sitúan genes específicos y el resultado final de alteraciones en el genoma. Pero aún no sabemos cómo distintos genes interaccionan entre sí y con el medio ambiente, ni qué “mezcla” de genes es necesaria para un determinado resultado en nuestra biología.

Tito

09 junio 2008

El aura de los toreros… y la Tierra en el centro del Universo


Leo en un texto lo siguiente: “La energía espiritual se transforma en física en el momento de competir (…). Tan marcada estaba su zona espiritual que Korotkov le preguntó -¿Crees en Dios?-. Parecía que estaba conectado con el cielo, pero esa característica fue absorbida luego por su energía corporal (…)”

No, aunque lo parezca, no es el extracto de un texto medieval de alquimia donde se revelan fórmulas para transformar lo espiritual en físico y capturar así la esencia de la vida. Es un artículo publicado hace varias semanas en un periódico de tirada nacional que no quería dejar de comentar. El artículo titulado “El aura de los toreros” (se puede leeer aquí) refiere al estudio “científico” que está llevando a cabo un “físico” ruso con el objetivo de medir la energía espiritual de los toreros, el aura, ya que en palabras de la periodista, “la energía espiritual es más importante que la física para llegar a figura”. Según el artículo, “el científico mide esta energía con la cámara Korotkov: los dedos de la mano (que contienen la información holográfica) se colocan en la máquina para averiguar el campo electromagnético y la energía física y emocional que desprende el cuerpo”.

Pero…, ¿qué es la “energía emocional”? Y…, ¿cómo se relaciona esta “energía” con un parámetro que medimos en los dedos de la mano? Investigando un poco en la página Web del supuesto científico podemos saber algo más acerca de la técnica. Se llama GDV Bioelectrography (Gas Discharge Visualization) y consiste más o menos en crear un campo eléctrico alrededor de la piel y medir el brillo que se produce dependiendo de las características eléctricas de la piel. Según esta Web, para analizar la “condición psico-fisiológica humana”, se utiliza un software (GDV programe) que calcula más de 30 parámetros. El análisis de estos parámetros se compara con una tabla diagnóstica basada en la medicina tradicional china y la microacupuntura usando el marco conceptual de los chakras. En otras palabras, se trata de una nueva vuelta de tuerca de la archiconocida fotografía kirlian para evaluar el aura. Y a partir de ahí, en una especie de “psicoanálisis aúreo” diagnosticar acerca de nuestros “desequilibrios energéticos”.

Y digo yo, ¿esto del aura no estaba superado ya? ¿Por qué no se asesora mínimamente el periodista antes de escribir este artículo? Pero si ya se sabe qué es lo que realmente se mide cuando se dice que se evalúa el “aura”. ¡Se sabe! ¡No hay ningún misterio! Ya no se puede engañar a nadie con esto. Si se aplica una corriente eléctrica sobre la piel se pueden medir cambios en la conductancia de la misma lo que se llama actividad electrotérmica de la piel (EDA). La EDA (ver en este blog, "Fotografía del aura y conductividad eléctrica de la piel") depende de la actividad del sistema nervioso autónomo y nos puede servir para estudiar cambios conductuales relacionados con áreas cerebrales específicas. Por ejemplo, si me encuentro ante una situación de peligro, cambiará la conductancia de mi piel. Este parámetro tiene interés en investigación en neurociencias. Pero, ¿qué tiene esto que ver con la “energía espiritual” o la “energía emocional”? ¿Por qué llamar “aura” a este parámetro (EDA), “vestirlo” con todos los adelantos tecnológicos que se quiera (GDV) y darle un significado esotérico totalmente arbitrario?

No me pregunten por qué pero a mí esto del aura me parece una especie de resquicio de otros tiempos, de siglos atrás cuando imperaba una imagen divina o mágica del mundo o del universo. ¿Qué pasaría si alguien sostuviese aún hoy en día que la Tierra es el centro del universo? Pensemos en el sistema Aristotélico-Ptolemaico, contra el Copernicano defendido por Galileo en sus “Diálogos sobre los dos máximos sistema del mundo Ptolemaico y Copernicano”(1630). En época de Galileo se pensaba, no sin cierta lógica, que la Tierra estaba quieta porque en caso contrario nosotros lo percibiríamos. Así se decía que si la Tierra se moviese los objetos al caer deberían describir trayectorias transversales y no perpendiculares como de hecho hacen. O que en una Tierra en movimiento deberíamos experimentar el viento en la cara. En su libro Galileo trata de debatir si la hipótesis copernicana puede ser compatible con nuestra experiencia, la de los habitantes de la tierra. Y para ello Galileo reemplaza la física aristotélica por otra basada en el principio de inercia, diferenciando movimiento inercial y movimiento acelerado. En cualquiera caso, a pesar de que los objetos caen perpendicularmente y no notamos el viento en la cara, ya nadie se plantea que la tierra esté quieta. ¡Eso ya está superado! Y demostrado.

¿Por qué la conductancia de la piel se sigue interpretando por algunos como un índice de nuestra espiritualidad, personalidad o “esencia vital”? Convertir en “aura” este parámetro de conductancia de la piel es como aceptar que la tierra es el centro del universo, a pesar de lo que se conoce de física y astronomía.

Tito