27 noviembre 2005

La conducta moral humana ¿Neuronas del bien y del mal?

“La invención de la moral”. Es el título de una conferencia que vi anunciada hace unos días. Y me llamó la atención. Título que venía a cuestionar algo que parece tan absoluto y tan obvio como la noción de lo que está bien o mal en lo que respecta a nuestra conducta. ¿Acaso la moral depende del momento histórico? Según el conferenciante, filósofo e historiador, la moral, así como la entendemos actualmente, es un concepto inventado a partir de la época de Nicolas de Maquiavello (1469- 1527) y Jehan de Mandeville (1300-1372) y en contraposición a las fórmulas moralmente discutibles preescritas por estos autores (véase, por ejemplo, en el diccionario, “Maquiavélico”: que tiene características como la perfidia, la falta de escrúpulos y la astucia.). Parece ser que desde un punto de vista histórico la noción de moral no ha existido siempre, o al menos, no ha sido siempre la misma. Entonces, el criterio de lo que está bien o está mal no es absoluto ni obvio.

La definición de moral (del latín moralis) o ética (del griego ethikos) en origen hace referencia al consenso en las costumbres de un grupo social, o a una indicación para actuar de una manera determinada pero no de otras. Estamos hablando de conducta. Entonces, ¿podemos hablar de la moral en términos neurobiológicos? Creo que hoy en día, siglo XXI, la mayoría coincidiremos en que sí. Sin embargo, algunos dirán que sólo en tanto en cuanto la moral requiere los más altos niveles de razonamiento frío y objetivo, que supuestamente reside en áreas “superiores” de nuestro cerebro. Según esta perspectiva, la moral nos aporta una serie de reglas objetivas que nosotros asumimos y utilizamos en nuestra conducta social. Esta visión da pie a considerar la moral como algo de corte sobrenatural (el Bien y el Mal), absoluto y que nos viene dado (léase, moral religiosa). Incluso se ha visto en la moral humana algo que enaltece nuestro cerebro y lo pone a años luz del cerebro del resto de los animales, incapaces de distinguir el Bien del Mal. ¡Nada más lejos de la realidad! La verdadera perspectiva, según recientes estudios en el campo de las neurociencias, es que la moral es una cualidad intrínseca a nuestra conducta social, y que por tanto es subjetiva. El desarrollo adecuado de la conducta moral requiere cualidades como la motivación y la emoción, y depende del funcionamiento de áreas específicas de nuestro cerebro. Dicho sea de paso, según la neurobiología actual, el razonamiento siempre implica un componente emocional (ver “El error de Descartes” Antonio Damasio), y en muchos casos cuando éste falta se habla de patologías en la conducta (ver más abajo).

La capacidad de decidir si algo está bien o no en nuestra convivencia social diaria depende de la correcta interacción entre áreas determinadas de nuestro cerebro. ¿Por qué sabemos esto? Como en otros campos de las neurociencias, el conocimiento acerca de la conducta moral está siendo posible gracias a los cambios documentados de esta conducta en pacientes con un malfuncionamiento cerebral, en donde se pueden discernir lesiones concretas en áreas específicas del cerebro. Ejemplos claros de cambios en la conducta moral se dan en pacientes con daño en el lóbulo frontal. En un reciente trabajo de Antonio Damasio y sus colaboradores (Anderson SW et al., Nature Neuroscience, 2, 1032-1037, 1999), se describe la historia clínica y los resultados aportados por técnicas de imagen cerebral, de dos pacientes con lesiones en la corteza prefrontal. En edad escolar, sus profesores observaban que estos sujetos “nunca mostraban sentimientos de culpa o remordimiento por sus actos”. No se encontró en ellos ninguna evidencia de empatía, culpaban a otros de sus dificultades sociales y eran incapaces de tomar decisiones o evaluar las consecuencias de sus actos. La lesión en la corteza prefrontal, sobre todo si se da a edades muy tempranas, tiene como consecuencia un desarrollo anormal de la conducta moral en estos individuos. Estos sujetos mostraron, por otro lado, capacidades intelectuales normales como, por ejemplo, aritmética mental, razonamiento verbal, percepción visuoespacial. Según los autores, el daño en esta área cerebral puede comprometer el papel crucial que juegan las emociones en la toma de decisiones en un contexto social determinado. Además de estos estudios de lesión, otras investigaciones han mostrado mediante técnicas de imagen cerebral que la activación de áreas como la corteza prefrontal y la amígdala se correlaciona con el contenido moral (en algunos casos violaciones morales) de fotos observadas por los sujetos sometidos a experimentación (Harenski CL and Hamann S, Neuroimage, 2005). En base a estos y otros muchos estudios, actualmente hay diferentes modelos que tratan de explicar cómo emerge el fenómeno de la moral a partir del funcionamiento de nuestro cerebro (Moll J et al., Nature Reviews Neuroscience, 6, 799-809, 2005).

Hace varios meses vi anunciado un congreso que iba a tener lugar en Paris en Enero de 2005 titulado “La neurobiología de los valores humanos”. Y pensé que el futuro está más cerca de lo que pensamos. Reconozco que dejar los Valores humanos en manos de algo tan maleable y sujeto a cambios como es el cerebro, produce una incómoda sensación de desasosiego. ¿Se cierne sobre la Humanidad un relativismo moral devastador? Porque..., ¿cuándo es alguien bueno o malo? ¿Dónde quedan el premio y el castigo? ¿Cómo podemos recriminar a alguien por actuar amoralmente si es víctima de una lesión en su cerebro? Creo que las sociedades de un futuro no muy lejano tendrán que redefinir muchos conceptos como responsabilidad, culpa, remordimiento y libertad. ¿Llegaremos algún día a asumir esto? ¿Llegaremos a asumir que el único Juicio Final que va a tener lugar está ocurriendo constantemente en nuestro cerebro?

Tito

19 noviembre 2005

Sesión de risoterapia

Para matar el tiempo hasta un futuro apunte "serio" nada mejor que echarse unas risas con el hilarante circo de lo paranormal. Richard Rockley recopila en su bitácora Skeptico artilugios con propiedades curativas excepcionales e incluye los fundamentos (y ahí es donde llegan las risas) aportados por sus promotores para justificar dichas propiedades. Por ejemplo, una máquina-filtro transforma el agua del grifo en un remedio anticancerígeno gracias a que incrementa el ángulo del enlace del hidrógeno en la molécula de agua hasta 114 grados ("Hace 50 años el angulo era de 108 grados y nadie sabía de casos de cancer"). O un colgante que te protege de los campos electromagnéticos y que básicamente actúa como un diapasón que vibra con una determinada frecuencia sintonizada para "optimizar el sistema energético humano a través de resonancia. Al interactuar con tu biocampo, permite conseguir el restablecimiento [de tu salud] según las necesidades individuales." Uno de los mejores tiene que ver con la homeopatía. Se trata de un aparato que permite obtener remedios homeopáticos simplemente "nombrando" las sustancias que necesitas. Este aparato tiene incorporado un micrófono especial que transforma las palabras en vibraciones que son amplificadas para "alimentar" un depósito donde se colocan las pastillas sin "potenciar". En el mismo apunte se comenta la tecnología desarrollada por Jacques Benveniste (el que publicó la "demostración" de la memoria del agua en Nature) que consigue obtener agua "informada" biológicamente activa simplemente exponiendola a una radiación electromagnética de 20 KHz. Esto permitiría que la "señal homeopática" pueda ser digitalizada y enviada por correo electrónico.

Pero el mejor hasta el momento es precisamente el último descubrimiento de Skeptico: se trata de una serie de tarjetas y discos que al cogerlos entre las manos permiten alcanzar el equilibrio físico y emocional tras experiencias traumáticas. Han sido diseñados por seres inmateriales que viven fuera de los sistemas astral y físico de la Tierra y que se comunican telepáticamente con el lider (humano) del proyecto que distribuye estos "instrumentos sanadores". El mecanismo por el que éstos funcionan es extremadamente complejo y no puede ser comprendido por ningún ser humano por el momento, pero a modo de esquema son "llaves" que permite activar un proceso sanador basado en la interacción de "complejas modulaciones temporales de alta frecuencia con millones de modificaciones etéricas predefinidas operando con polarizaciones orientadas tanto horizontal como verticalmente. Parece complicado y confuso: lo es. Algún día en el futuro, cuando la humanidad esté preparada, se explicará con más detalle como funciona el Instrumento."

Si no habeis tenido suficiente y vuestra musculatura abdominal aún lo aguanta, en la sección Bad Science de la versión online de The Guardian se describe un tratamiento de bioresonancia con el que se consigue dejar de fumar: consiste en hacer un análisis del patron de ondas energéticas del cuerpo del fumador (mediante una serie de parches sobre la piel conectados a un aparato) para detectar, filtrar y revertir el patrón de frecuencia de la nicotina. Esto permite la "neutralización del patrón energético de la nicotina y de esta manera desaparece el deseo de buscar aquello que ha sido limpiado."

Espero que hayais pasado un buen rato.

Lupe

PD: Lo siento, no me puedo contener: El cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Salud, asegura que "En el ADN podemos encontrar la Santísima Trinidad. [...] Si la oposición significa por una parte carencia y por la otra posesión, la mejor oposición sería aquella en la que estos términos fuesen sólo relativos, y precisamente ésta es la vida trinitaria."

08 noviembre 2005

¿Está la clave en un rincón inactivo del cerebro?



Esta es la pregunta que se hace Enrique de Vicente para intentar explicarse los sorprendentes poderes parapsicológicos de Mathew Manning, “sanador psíquico” para más señas, en el primer capítulo de su último libro “Los poderes ocultos de la mente” (Plaza & Janes, 2005; supongo que reedición del original de 1995 editado por América Ibérica en la colección Universo Secreto). Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero, ha escrito un libro apto solo para los muy creyentes de lo paranormal, a juzgar por los mimbres con los que está hecho el primer capítulo (que probablemente sea lo único que lea del libro el que firma este apunte). Y digo esto porque se trata de una enumeración carente de crítica de todos los supuestos poderes mentales que poseen determinados individuos. Básicamente se nos narra en este primer capítulo un cuentecillo sobre la vida y “milagros” (léase “poderes”) de este tal Manning que podría utilizarse como guión de una película de terror de bajo presupuesto; aparece de todo: “poltergeist”, dibujos que aparecen repentinamente en las paredes, mensajes de personajes que vivieron hace muchos años, mediums y sacerdotes que no encuentran explicación a estos fenómenos, y como no, los servicios de inteligencia interesados en dichos poderes. En cuanto a los poderes sanadores, la cosa tampoco tiene desperdicio: es capaz de alterar la actividad de enzimas, influir en el crecimiento de cultivos celulares, y por supuesto destruir células cancerosas que estaban en el interior de una probeta. Y no le importa dar pistas a lo largo del texto de las incongruencias de lo que cuenta. Así cuando habla de la “técnica propia” de este sanador dice: “colocaba sus manos sobre los hombros del paciente; éstas empezaban a moverse con total autonomía alrededor del cuerpo del mismo y se situaban sobre las zonas afectadas o sobre otras que aparentemente nada tenían que ver con aquéllas.” (la cursiva es mía). Por supuesto cuando de forma independiente se intenta comprobar estos fenómenos los resultados son contradictorios, o más bien inexistentes, pero eso es debido a que, como cuenta el propio sanador Manning: “El experimentador tiene un papel en el resultado final del experimento. Es una parte del mismo, tanto como el sujeto, lo que explica por qué los investigadores hostíles no consiguen resultados.” (quizás me repita pero ¿no recuerda esto a cierto dragón que ya ha aparecido por esta bitácora?).

Pero volvamos a la pregunta que encabeza este apunte. De Vicente se atreve a proponer explicaciones biológicas a los fenómenos parapsicológicos que describe (independientemente, como he mencionado antes, de que no demuestre que dichos fenómenos existan). Bien, podríamos dar crédito a dichas explicaciones si provinieran de un especialista en las ciencias de la vida (como Sheldrake) aun cuando carezcan de sentido y no se basen en ninguna teoría científica contrastada. Pero no sé que autoridad puede tener el autor de “Claves ocultas del código da Vinci” y director de la revista Año Cero para discutir sobre el funcionamiento del cerebro. La profundidad de las explicaciones aportadas, sin embargo, resuelve el enigma: se trata de sacar a colación las famosas ondas cerebrales que, como realmente no tienen ninguna función biológica clara (y prácticamente ya ni valor clínico salvo en el estudio del sueño y la epilépsia), son muy utilizadas por los postulantes de lo paranormal para explicarlo todo. Parece ser que este sanador, mientras está en plena actividad (por ejemplo, doblando una cuchara a lo Uri Geller), muestra un registro electroencefalográfico con numerosas ondas theta, o como nos dice De Vicente “una función cerebral con abundantes ondas theta”. Dicha “función cerebral” “parecía demostrar la existencia de una conexión entre sus facultades Psi y un estrato primitivo del cerebro que en el ser humano permanece inactivo” y que es “una función innata del Homo sapiens, que probablemente se atrofió en la mayoría de las personas hace muchos miles de años”. Vamos lo de siempre, que el común de los mortales no utilizamos todas las capacidades de nuestro cerebro (uno de los mitos clásicos sobre el funcionamiento del cerebro, carente completamente de fundamento biológico) pero que estos individuos sí lo hacen gracias a que son activadas por determinados acontecimientos, en este caso, porque la madre de este individuo “sufrió una fuerte descarga eléctrica tres semanas antes de que éste naciera”. Y ahora viene los más absurdo y rocambolesco de toda esta historia: De Vicente plantea la hipótesis sobre si el aumento de los adolescentes con habilidades psíquicas hace 30 años se debió a la difusión de los electrodomésticos en los hogares, “con el consiguiente aumento de probabilidades de que se produjeran descargas eléctricas”, y si en la actualidad “las notables mejoras en estos aparatos, para evitar estas descargas, no tendrán algo que ver con la disminución del número de dotados portentosos que se detectan”. ¡Uf! Uno se pregunta si tendrá límite la imaginación de estos supuestos “reputados comunicadores”, como nos lo presenta la información de promoción del libro.

En un artículo publicado en La Vanguardia en el verano del 2004 (junto a uno de Rupert Sheldrake que ya comentamos en un apunte anterior de esta bitácora), titulado “Desarrollo y limitaciones de las investigaciones”, De Vicente nos desvela las claves de lo que él entiende sobre el funcionamiento del cerebro: “los estados mentales pueden existir independientemente del cerebro”, “la mente puede actuar sobre otras mentes o sobre la materia sin intermedio físico conocido”, “la mente no se localiza en un órgano, sino que parece abarcar todo el organismo e incluye probablemente los niveles celulares” (esto último, aunque lo mentara como si fuera algo muy complejo, demostrando así que no tiene ni idea de lo que está hablando, es en realidad lo más próximo que ha estado a la realidad: la mente tiene por supuesto una base celular, concretamente, una base neuronal). Según De Vicente existen numerosas investigaciones que demuestran estas teorías, realizadas por laboratorios de prestigiosas instituciones, aunque supongo que cualquier institución que obtenga resultados negativos pasará de ser prestigiosa a ser hostil, y ya se ha mencionado antes como esto “afecta” a los resultados de las investigaciones. La otra clave que se desvela en el artículo es el interés que tuvieron diferentes servicios de inteligencia, KGB, CIA, DIA, en el estudio de los supuestos poderes mentales y su aplicabilidad, y como grupos de presión ajenos a estas agencias y formados por científicos escépticos presionaron para que se frenaran dichas investigaciones (a diferencia de lo que ocurre con el fenómeno OVNI, en este caso los servicios secretos son víctimas, no agentes, de maquiavélicas conspiraciones).

En resumen, este libro parece ser una vuelta de tuerca más a la monserga pseudocientífica sobre el funcionamiento del cerebro y su relación con la mente. Pero no deja de sorprenderme la desfachatez con la que se despachan teorías y explicaciones biológicas basadas más en la imaginación febril del que las propone que en ningún dato o resultado experimental reproducible y contrastable, o lo que es lo mismo, basado en el método científico.

Lupe

02 noviembre 2005

¿Podemos fiarnos de los evangelios? III De los evangelios a las "neuronas de la fe"

La teología cristiana se fundamenta en la historia de Jesús que se refleja en los evangelios canónicos. ¿Y la fe cristiana? En principio parece lógico pensar que la fe cristiana tenga la misma raíz, la misma base racional. Porque uno tiende a pensar que la fe como cualquier otra creencia, sea ésta de la naturaleza que sea, tiene que tener algún fundamento racional, algo que la justifique, aunque no requiera pruebas científicas para consolidarse y extenderse. Sin embargo, de ser esto así, surge la siguiente pregunta, ¿qué ocurre si se puede “demostrar” a través del estudio crítico de los evangelios y su contexto histórico, que lo que fundamenta la fe, en este caso la fe cristiana, es una ficción literaria que carece de valor histórico? En ese caso la fe debería extinguirse o cuanto menos debilitarse. ¿Es esto así? No, y aunque a primera vista resulte incoherente, lo cierto es que la fe o creencia en Jesucristo parece independiente de la veracidad de la historia de Jesús. ¿Dónde está el truco? Pero vayamos por partes. ¿Se puede realmente argumentar la falsedad histórica de lo narrado en los evangelios canónicos? Sí. Precisamente este es el contenido de las dos anotaciones anteriores de esta serie. Por un lado, el estudio histórico-crítico de estos textos concluye que son obras de ficción literaria con mucho valor apologético y poco valor histórico (¿Podemos fiarnos de los Evangelios? I. Religión, textos sagrados... neurociencias). Por otro, que la resurrección de Jesús, el núcleo central de la teología cristiana, fue una invención del evangelista Marcos para salvar la muerte accidental e inesperada de Jesús (¿Podemos fiarnos de los evangelios? II. Del Jesús de la historia al Cristo de la fe). Y ahora, ¿afecta esto a la fe de los creyentes? O, dicho de otro modo. El conocimiento de la falsedad histórica de la vida y obra de Jesús (narrada en los evangelios canónicos, se entiende), y por tanto de la raíz fundacional del cristianismo, ¿no merma la fe del creyente?

Después del martirio y la muerte de Jesús, sus discípulos siguieron asistiendo al templo actuando en concordancia con la ley judía. Pero poco a poco comenzaron a surgir diferencias entre el propio judaísmo y su nueva variante, el cristianismo primigenio. Es en el año 49 de nuestra era cuando tuvo lugar el Concilio de Jerusalén, para algunos el punto de inflexión a partir del cual surge la nova religio, el origen del cristianismo en su versión más primitiva. En este concilio se discute la ruptura con el judaísmo, qué se acepta y qué se rechaza de la ley judía. Entre otras cosas, se pone en cuestión el ritual de la circuncisión, la prohibición de manjares impuros y el sábado. Se considera que desde este año hasta la escritura del evangelio de Marcos se da la ruptura definitiva. La nueva corriente o religión se separa del judaìsmo (oficial) y se empieza a consolidar el secreto mesiánico de Jesús (en realidad, se sustituye un secreto mesiánico por otro). Y así, poco a poco, se fueron “seleccionando” las normas y preceptos “adecuados” que irían a conformar la nueva religión. Pablo de Tarso (San Pablo) jugó un papel crucial en la separación entre el judaísmo y el cristianismo. De hecho, Pablo fue perseguido por los cristianos más cercanos al judaísmo porque entendían que éste era demasiado rupturista (ya que promovía la conversión de gentiles, no sólo de judíos) lo que casi le cuesta la muerte por lapidación. Hay que tener en cuenta que esta ruptura se dio en un contexto y época de frecuentes disensiones sociales y donde las discusiones podían a veces convertirse en verdaderos altercados de orden público. Es interesante recordar que anteriormente Pablo había perseguido a los primeros seguidores de Jesús. Sólo a partir de su “milagrosa” conversión en la que se le “apareció” Jesús camino de Damasco (más o menos milagrosa dependiendo de si la relata él mismo en sus cartas o si la narran otros evangelistas), luchó por consolidar el cristianismo. Dicho sea de paso, la conversión de Pablo no es un hecho baladí, dada la contribución esencial de este personaje al origen del cristianismo como nueva religión.

Posteriormente hubo guerras y enfrentamientos entre judíos y romanos, rivalidad entre judíos y cristianos, y persecuciones sobre los nuevos cristianos, los cuales como hemos visto también tenían sus discrepancias. La religión cristiana como tal seguía su evolución con las consiguientes controversias teológicas en torno a su contenido. El emperador Constantino se convirtió al cristianismo, otra conversión clave para la expansión del cristianismo a lo largo de la historia. Y llegó el Concilio de Nicea en el año 325 de nuestra era (“El auge del cristianismo”, Historia Universal, vol 8). En este concilio se va a discutir, entre otras cosas, algo muy importante: la naturaleza divina de Jesús. Pero, ¿había que discutir esto? Sí, porque fruto de las distintas interpretaciones de los evangelios, habían surgido diferentes ideas sobre la naturaleza de Jesús. Bien Jesús no era hijo de Dios ni parte de Dios, sino una criatura creada por Él (arrianismo; www.cristianismo-primitivo.org/siglo_IV/arrianismo.htm); o bien Jesús era hijo de Dios y por tanto Dios mismo en esencia (Credo de Nicea, aceptado actualmente). En definitiva, estaban construyendo un Jesús-Dios oficial “a la carta”, casi 300 años después de su muerte. Pero me gustaría poner énfasis en este punto: estaban debatiendo si Jesús era Dios..., no si es mejor ir a misa los sábados que los domingos, o si es conveniente rezar un padre nuetro en lugar de dos Ave María... ¿Consecuencias? Un creyente cristiano de nuestros días está convencido de que Jesús es el hijo de Dios porque unos hombres en un momento determinado interpretaron que eso era lo correcto, y acepta una moral absoluta basada en este hecho convertido en dogma (Un inciso: ¿Por qué se dice palabra de Dios cuando debería decirse interpretación de la palabra de Dios?). Insisto..., ¿no debilita todo esto la fe del creyente?

El cristianismo, según el teólogo José Monserrat, es la única de las “religiones del libro” (judaísmo, cristianismo, islamismo, se fundamentan en un texto revelado) que presenta documentos que se tiene la certeza de que son reales: siete cartas de Pablo. Pablo cuenta que “vio” a Jesús resucitado..., y el creyente confía en Pablo. Según este teólogo, estas cartas de Pablo llevan al creyente a las mismas puertas del misterio. Vista la poca fiabilidad de los evangelios, me pregunto, ¿es esto, entonces, a lo que se agarra la fe cristiana como a un clavo ardiendo? ¿Una visión? ¿No pudo tener Pablo una alucinación? Tampoco es nada del otro mundo dados los conocimientos actuales acerca del funcionamiento del cerebro. ¿Por qué no se tambalea la fe? Porque la fe no depende de estas “nimiedades racionales”. Pregunta: “Señor J. Monserrrat, ¿qué le diría usted al creyente cristiano, que tiene fe en la vida y obra de Jesús, después de haber estudiado los evangelios en detalle y haber conluído que no son textos fiables desde el punto de vista histórico?” Respuesta: “Que la fe es independiente de lo que narren o callen los evangelios (ver comentario 1). Estos textos pueden ser la excusa del creyente para “entender” su fe, que en realidad es un Don de Dios”. Y pienso yo que quizás existan las “neuronas de la fe”, interaccionando en diferentes estructuras del cerebro para nublar el razonamiento humano. Aquél que se aplica con tanta frecuencia y normalidad en la vida cotidiana. Y es posible que estas “neuronas de la fe” tengan un importante papel biológico, en la supervivencia de nuestra especie, no lo dudo (habrá que ver qué nos dice la neuroteología). De igual manera, no hay ninguna duda de que para saber más acerca de la fe cristiana, o de cualquier otra creencia religiosa, tenemos que seguir estudiando el cerebro humano... y no los evangelios u otros textos revelados. ¿Podemos fiarnos de los evangelios? No…, pero, ¡no importa!

FIN

Tito