26 junio 2009

La religión en tres pasos

Santos médicos
La fe mueve montañas.
La gente enferma se agolpa a las puertas del hospicio. Algunos han venido desde muy lejos tras varios días de camino. Y por fin han llegado porque hay algo que nunca falta: esperanza. Y sobre todo fe. ¿Cómo sino combatir la enfermedad y el dolor? Sólo él en su misericordia puede aliviar nuestro sufrimiento. No en vano somos su obra, creados en cuerpo y alma a su imagen y semejanza. Y para eso están ellos, los santos médicos. Son los santos sanadores, a los cuales los devotos piden curación. Son los mediadores de Dios en la Tierra.
Todo está preparado en el patio interior del Hospicio:

- Los quemados con San Lorenzo;
- Los ciegos con Santa Lucía;
- Problemas de lactancia con Santa Ágata;
- Dolores de muelas con Santa Apolonia;
- Problemas de cólicos con San Agapito;
- Epilepsia (¿endemoniados?) con San Juan;
- Raquitismo con San Fernando;
- Trasplantes con San Cosme y San Damián…

Luces y sombras en la idea de Dios
La fe mueve montañas, dicen.
Para algunos, Dios es alguien a quien amar. Es un ser misericordioso, generoso, compasivo y comprensivo. A través de la fe en él se relacionan con los demás, viven con ellos, cooperan con ellos y dan lo mejor de sí. Todo lo que él ha creado es bueno y hay que disfrutarlo. Todo está lleno de esperanza y conduce a la paz y al amor.

Para otros, amar a Dios es una obligación. Y temerle. Por eso ha de ser frío, vengativo e implacable. A través de la fe en él se relacionan con los demás y combaten el pecado. Odian y desconfían de los extraños que no le veneran. Promueven el miedo y el temor de Dios. Porque Dios castiga al que no sigue su camino. Un camino de sufrimiento y dolor que ha de conducir a la liberación después del Juicio final.

Dios está hecho a nuestra imagen y semejanza
La fe mueve montañas, es vuestra percepción.
Todas las ideas son producto de vuestra actividad cerebral. La idea de Libertad, la idea de Belleza, la idea de Solidaridad…, la idea de Dios. La percepción de la creencia religiosa en relación con la idea de Dios implica circuitos y áreas del cerebro específicas relacionadas con la intención, la emoción y vuestra capacidad de abstracción (ver también aquí). Y la actividad de estos circuitos y áreas ya se puede medir. Al igual que la actividad cerebral implicada en otras percepciones o emociones: el odio, la empatía, el amor, el dolor, la desconfianza… ¿Cuántas pruebas necesitáis para, al menos, plantearos la posibilidad real de que YO soy una idea más? ¿Tendré que venir a convenceros en persona? Amén.

Tito

06 junio 2009

Memoria celular…, o la personalidad múltiple de Frankenstein

Un caso clínico: trasplante de corazón
El donante, un joven músico y poeta de 18 años, murió en un accidente de coche. El receptor, una chica de 18 años llamada Danny, sufría insuficiencia cardiaca. Después del trasplante todo fue bien y ella fue recuperando su forma física poco a poco. Sin embargo su vida ya no fue la misma, sus gustos y sus hábitos habían cambiado. Un día tuvo la oportunidad de conocer a la familia del donante y todo empezó a tener sentido para ella: “Cuando me mostraron la foto de su hijo, sentí que le conocía directamente (…). Sé que él está en mí y está enamorado de mí (…). Cuando me pusieron su música yo podía acabar las frases de sus canciones. Nunca antes pude tocar, pero después del trasplante empecé a amar la música (…). Le dije a mi madre que quería clases de guitarra, el mismo instrumento que él tocaba (…).

Memoria celular
¿Cómo puede explicarse el cambio en el comportamiento de Danny después del trasplante? ¿Alteraciones de la conducta provocadas por la experiencia de una situación traumática, de vida o muerte? No sería nada raro, los libros de psicología clínica deben estar llenos de casos similares. Pero, ¿por qué hay que ser tan “cuadriculado”? ¿Por qué no tener la “mente abierta” a nuevas explicaciones?

Para Pert Candace, farmacóloga de prestigio internacional (según su página web), este sería un claro ejemplo de memoria celular. Esto significa que los órganos trasplantados pueden transferir recuerdos o fragmentos de personalidad del donante al receptor. Es decir, en contra de lo que muestra la neurociencia actual, la memoria y la personalidad no se localizan exclusivamente en el cerebro. ¿Cómo justifica P. Candace esta hipótesis tan revolucionaria? Propone una hipótesis neuroquímica centrada en unos mediadores quimicos: lo neuropéptidos (“Las moléculas de la emoción”). Estas moléculas químicas, presentes también en órganos como el corazón, viajarían por todo el organismo portando esta información. Así, los neuropéptidos pueden ser la manifestación bioquímica de la memoria, del pensamiento o de la sensibilidad corporal (Más Allá, junio 2009). Pero, ¿cómo se almacenan los recuerdos o los rasgos de personalidad en órganos como el corazón? ¿Cómo los neurpéptidos retienen esa información y la transfieren al receptor? No hay respuesta para esto. Entonces, ¿cuáles son los datos o pruebas que ofrece P Candace para apoyar su hipótesis? Los testimonios de algunos de los trasplantados (como el ejemplo que encabeza el apunte; se pueden leer más casos).

Nuestra memoria está en el cerebro
¿Qué sabe la neurociencia acerca de la memoria y los recuerdos? Los recuerdos se forman a partir de nuestra interacción directa con el entorno físico y social en el que vivimos (experiencia), lo que depende a su vez de nuestro sistema nervioso. Es más los recuerdos, para existir, requieren de la actividad de nuestro cerebro. Se sabe que hay distintos sistemas de memoria que implican diferentes áreas de nuestro cerebro. ¿Son gratuitas estas afirmaciones? No. Sobre todo en las últimas cinco décadas los investigadores en neurociencias han diseñado paradigmas experimentales para poder entender y poner a prueba la bases neuronales de la memoria. Algunos ejemplos:

- Estudios de lesión en humanos. El ejemplo más conocido es el de H.M. que padeció amnesia al serle extirpada un área de su cerebro (hipocampo). Este paciente facilitó el descubrimiento de la existencia de diferentes sistemas de memoria en el cerebro.

- Estudios de conducta. Tanto en humanos como en animales de laboratorio se ha mostrado que la memoria en todas sus fases (como se adquiere, cómo se mantiene, cómo se recupera y cómo se extingue) puede ser modulada a través de manipulaciones farmacológicas (ejem, psicofármacos) o conductuales (ejem, estrés). Recientemente se ha sugerido que los recuerdos pueden ser borrados (o aquí) o incluso creados de manera que podríamos recordar eventos que nunca ocurrieron.

- Estudios celulares. Son clásicos los experimentos de E. Kandel (están en los libros de texto) con el caracol marino Aplyssia. Desde entonces sabemos que la memoria, y el aprendizaje, requieren cambios en las conexiones entre neuronas y en la actividad de los circuitos neuronales.

Otra vez gato por liebre
Huelga decir que aún nos queda mucho por saber acerca de la memoria y el aprendizaje. Pero sabemos lo suficiente para poder asegurar que otros órganos diferentes del cerebro no pueden ni almacenar ni transferir recuerdos ni rasgos de personalidad, simplemente porque carecen de la plasticidad del sistema nervioso. De la misma manera la memoria de una computadora no puede estar en un teclado o un ratón ordinarios. Hoy por hoy los recuerdos son intransferibles, pertenecen exclusivamente a la persona que los posee y están asociados a cambios específicos en su cerebro. Ni los péptidos ni ninguna otra molécula química tienen la capacidad de transferir esta información. No hay tal memoria celular.

De nuevo hay que decir que a estos investigadores de “mente abierta” como P. Candace no les interesa acercarse a la verdad, solamente intentan disfrazar de ciencia una creencia, su creencia personal. En este caso el “ser holístico” o la “mente holográfica”, en busca de una “nueva espiritualidad”, en conexión posiblemente con Dios.

Tito