La envidia corroe los huesos

Lo que viene a continuación es en parte una confesión pero sobro todo un entretenimiento de fin de verano. Los que me conocen saben que cuando cae en mis manos algún panfleto / folleto de temática esotérica o religiosa me apresuro a archivarlo en la papelera más cercana (alguna reprimenda he recibido por tal comportamiento). Bien, confieso que este verano, entre siesta y siesta, he hojeado uno de estos panfletos: Se titulaba “Consuelo para los deprimidos” y lo editaba Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania. Se trataba básicamente un instrumento de proselitismo para animar a solicitar “un estudio bíblico gratuito en su hogar” (???). El folleto trataba sobre la depresión y contenía numerosas citas bíblicas acerca de las causas de la depresión, la ayuda que precisa el deprimido y “el día en que no habrá más depresión”. Mi sorpresa fue al leer en uno de los primeros párrafos lo siguiente: “Según parece, el estrés, acompañado de ideas y emociones perjudiciales, puede afectar al cuerpo y contribuir a que haya un desequilibrio químico en el cerebro, lo que produce la depresión.” (la negrita es mía). En realidad no debería haberme sorprendido pues ya hemos comentado en esta bitácora que la iglesia católica reconoce la necesidad de acercarse a la neurociencia para entender al ser humano: “los comités teológicos [...] ven que si Dios tiene algo que hacer con los seres humanos debe hacerlo a través de la interacción con sus cuerpos y más particularmente aún con sus cerebros.” Pero lo que realmente ha provocado que haya escrito este apunte es el añadido que, entre paréntesis, seguía en el folleto a la explicación neurocientífica de la depresión: “Compárese con Proverbios 14:30”. Uf, que desazón no poder contar en aquel momento con la posibilidad de leer Proverbios 14:30. Acabo de llegar a casa y me he abalanzado sobre la primera Biblia que he encontrado en internet: “Un corazón apacible es la vida del cuerpo, pero la envidia corroe los huesos” (la negrita, obviamente, es mía).
Neurocientíficos del mundo, unámonos en la búsqueda de las “neuronas hueso”, cuyo desequilibrio, como ya intuyó el sabio “Salomón, hijo de David, rey de Israel”, es la causa de la depresión.
Neurocientíficos del mundo, unámonos en la búsqueda de las “neuronas hueso”, cuyo desequilibrio, como ya intuyó el sabio “Salomón, hijo de David, rey de Israel”, es la causa de la depresión.
Lupe