21 abril 2008

Epilepsia y espiritualidad... ¡sólo si Dios lo concede!


Se ha escrito mucho sobre epilepsia y experiencias religiosas. Recientemente he leído un artículo “Spirituality and Religión in Epilepsy” en el que he descubierto algo interesante. Y es que las experiencias religiosas provocadas por las crisis epilépticas pueden ser de diferentes tipos según el momento en el que ocurren. Así por ejemplo, durante las crisis propiamente dichas, las experiencias religiosas pueden mostrarse como experiencias extáticas y pueden ir acompañadas de fenómenos autoscópicos, como el de verse a uno mismo fuera del cuerpo. Por el contrario, durante los periodos que comienzan después de una crisis, pueden darse alucinaciones y conversiones religiosas. Estos periodos pueden prolongarse horas. Se describe el caso de un hombre que aseguraba que “Dios le había enviado una visión como medio para conseguir su conversión (...)”. Sin embargo, los periodos comprendidos entre crisis y crisis, parecen más relacionados con el ensalzamiento de las convicciones religiosas (hiper-religiosidad). Esto podría significar un fuerte sentido del destino o una potenciación de las creencias morales. Según los autores del artículo, que mencionan otros estudios realizados con grupos numerosos de pacientes, el porcentaje de individuos que tiene estas experiencias es bajo, pero su número está subestimado.

¿Por qué es tan interesante la relación entre las experiencias religiosas y las crisis epilépticas? ¿Porque algunos manipuladores tratan de conspirar contra la “evidente” existencia de Dios? ¿ O por una inercia reduccionista que tiende a deshumanizar la sociedad? No, nada más lejos de eso. Una crisis epiléptica se produce cuando grupos de neuronas de nuestro cerebro descargan de manera excesiva y simultánea. Lo interesante es que dependiendo de dónde se localicen en el cerebro las neuronas con actividad anómala (foco epiléptico) así serán los signos que sufrirá el individuo. Así por ejemplo, tomando el caso de las crisis denominadas focales, un foco epiléptico en la corteza motora producirá signos motores durante una crisis (cambios posturales, contracciones musculares o movimientos en extremidades). Si el foco se localiza en la corteza sensorial, el paciente tendrá sensaciones “extrañas” (alucinaciones gustativas, auditivas, táctiles...). Si el foco afecta a áreas corticales de asociación (cortezas prefrontal, parietotemporal) los fenómenos pueden ser más complejos (deja-vu, cambios de humor, distorsión del tiempo). En ocasiones, tan complejos como experiencias religiosas o cambios en la conducta espiritual o moral.

Dicho de otra manera, los cambios en la actividad de las neuronas de nuestro cerebro son los responsables desde de que movamos un pie, sintamos un olor determinado o tengamos una emoción, hasta que hagamos un juicio moral. Y, lógicamente, también de que experimentemos un éxtasis místico. Lo que ocurre es que esto último se puede hacer más patente a través de la epilepsia.

Aparentemente, estos estudios aportan datos, y los datos son como son, no deshumanizan, solo hacen pensar y ayudan a entender el mundo que nos rodea. Pero no todo el mundo piensa así. En otro artículo que leí en paralelo, “¿Dios en el cerebro?”, el autor comenta lo siguiente acerca de los éxtasis místicos (la cursiva es mía):

"(...) Estos éxtasis, lógicamente, no los experimentan todos aquellos que hacen meditación sino muy pocos, los que Dios se lo concede cuando quiere. Los místicos, desde luego, no se prestarían a que registraran su actividad cerebral con alguno de los métodos de neuroimagen. No lo harían, por un lado, por humildad y, en segundo, porque nadie sabe cuando pueden tener lugar. Además, por ocurrir fuera del cuerpo, no se registraría ningún cambio en la actividad bioeléctrica del cerebro (...)"

Y termina el artículo con la siguiente conclusión:

"Los neurocientíficos ateos, al no admitir la existencia de Dios, ni que el hombre sea un ser dotado de alma espiritual, se ven obligados a una interpretación sesgada de los hechos que trascienden la materia: tienen que explicar las experiencias religiosas y el estado místico como simple actividad del cerebro. Son, pues, según ellos, los que meditan y los místicos quienes, a partir de unos simples fenómenos neurobiológicos, crean a Dios. Es habitual que los reduccionistas no se planteen si su postura es acientífica, al admitir como única realidad la materia, más bien sucede lo contrario, toman a los que, además de la "fisis", piensan que existe lo metafísico, como acientíficos, incluso de forma velada los llegan a considerar retrasados mentales. No quieren darse cuenta de que, para que fueran admitidas como científicas sus conclusiones, tienen que demostrarlas experimentalmente, y son numerosos los hechos, no sólo en lo que respecta a la actividad mental sino también en la evolución, que no son capaces de demostrarlos ni lo podrán demostrar desde su visión reduccionista".

¿No es más sesgado y acientífico asumir la existencia de algo sobrenatural (Dios) que “concederá los éxtasis” a quien considere oportuno? ¿O asumir que “por ocurrir fuera del cuerpo no se registrará actividad cerebral”, en caso de que un místico accediera a realizarse pruebas en su cerebro? La relación causal “actividad neuronal – conducta” implica a toda la gama de nuestros comportamientos, sin exclusión, incluidas las experiencias religiosas. ¿O es que la actividad de nuestro cerebro sólo sirve para conductas más “mundanas”, como movernos o percibir estímulos? ¿No será que algunos están predispuestos a que todo lo que tenga que ver con Dios o lo espiritual no es objeto de estudio humano? ¿En base a qué? ¿Admitiría el autor de dicho artículo conclusiones exactamente idénticas a la suya (literalmente basada en los mismo argumentos) acerca de experiencias no religiosas?

1.- Los neurocientíficos no creyentes, al no admitir la existencia de espíritus, ni que el hombre sea un ser dotado de alma espiritual, se ven obligados a una interpretación sesgada de los hechos que trascienden la materia: tienen que explicar las experiencias paranormales y el estado de trance como simple actividad del cerebro. Son, pues, según ellos, los contactados y los médium quienes, a partir de unos simples fenómenos neurobiológicos, crean a los espíritus (...)

2.- Los neurocientíficos no creyentes, al no admitir la existencia de extraterrestres, ni que el hombre sea un ser dotado de capacidades paranormales, se ven obligados a una interpretación sesgada de los hechos que trascienden la materia: tienen que explicar las experiencias con extraterrestres y abducciones como simple actividad del cerebro. Son, pues, según ellos, los contactados y los abducidos quienes, a partir de unos simples fenómenos neurobiológicos, crean a los extraterrestres. (...)

Tito

06 abril 2008

¿Nos puede matar la magia negra?


La sesión de espiritismo ya ha comenzado. Un grupo de cuatro amigos se ha reunido en un cementerio una noche desapacible y tormentosa. Una pequeña linterna les ha conducido hasta una cripta donde se han resguardado de la intensa lluvia. Poca luz, pero suficiente para maniobrar en el tablero ouija. Un “espíritu maligno” se manifiesta y ellos, con los dedos colocados encima de un vaso de cristal que se desliza sobre el tablero, le hacen preguntas. “¿Alguno de nosotros va a morir pronto?” Hecha la pregunta, tres de ellos se miran y sonríen. Pero uno de ellos..., su cara está descompuesta por el miedo. El espíritu “contesta” y moviendo el vaso deletrea una palabra: “L – O – L – A”. Ése es precisamente su nombre. Acto seguido el vaso sale disparado contra la pared y se hace añicos. Todos dan un respingo y Lola, además, se levanta aterrorizada y en estado de shock. De camino a casa, sus amigos intentan tranquilizarla, lo que aparentemente consiguen. Dos días después suena el teléfono para anunciar la trágica noticia. Lola ha muerto. Cayó enferma aquella noche y aún no se conocen las causas. Desde entonces una incómoda pregunta merodea en el imaginario de sus amigos ¿Y si aquel maléfico espíritu le ha robado la vida desde el más allá?

En 1942 un fisiólogo llamado Walter B. Cannon (1871-1945) publicó un artículo titulado “Voodoo death” en la revista American Antropologist. En este artículo propuso una explicación científica para las muertes producidas como consecuencia de ritos de vudú, que según él eran muertes repentinas e inexplicables. Este profesor de la Facultad de Medicina de Harvard (1906), responsable de que hablemos de “homeostasis”, se interesó por la fisiología de la emoción. Recapituló pruebas que mostraban que cuando un animal estaba en alto estado de alerta (arousal) se activaba su sistema nervioso autónomo en combinación con hormonas como la adrenalina en aras a facilitar una respuesta enérgica del animal en un entorno supuestamente hostil (el término "estrés" lo popularizó Hans Selye, uno de los principales admiradores de Cannon). Sus estudios iniciales se publicaron en el libro “Bodily changes in pain, hunger, fear and rage” (1915). Cannon observó casos de enfermedad y muerte repentinas, sin daño aparente, ni exposición a venenos o signos de infección, y propuso como mecanismo una respuesta fisiológica exacerbada iniciada por el miedo. La explicación de Cannon consistía en los efectos de la activación del sistema nervioso simpático liberando hormonas como la adrenalina y otras, produciendo una contracción brutal de arteriolas periféricas y, por tanto, el colapso vascular, arritmias cardiacas y finalmente la parada cardiaca.

Algunos artículos han revisado recientemente los mecanismos propuestos por Cannon para explicar los casos de muerte repentina y la implicación del shock emocional (1, 2, 3). La activación del sistema nervioso simpático-adrenal nos prepara para una situación en la que dispongamos, si llega el caso, de fuerza muscular. Aumenta la azúcar en sangre, se acelera el corazón, se contraen ciertos vasos sanguíneos, se produce una descarga de adrenalina y se dilatan los bronquios. Pero, ¿qué pasa si un proceso de este tipo se prolonga demasiado?. Puede caer la presión sanguínea a niveles muy bajos, tanto que puede llegar a ser insuficiente para mantener la circulación y esto puede causar un deterioro del la función cardiaca. La falta de apetito puede colaborar en el final fatal. En la guerra civil española se describieron casos de pacientes que sufrían “ansiedad maligna”, un estado que implicaba la activación del sistema simpático-adrenal y un estado de shock mental en condiciones físicas paupérrimas (exhaustion) por fatiga, falta de comida y sueño. En algunos casos estos sujetos morían a los 3-4 días. ¿Pueden estos mecanismos desencadenados por un estrés emocional estar implicados en la “muerte por vudú”?

Según Martín A Samuels, neurólogo de Harvard (3), años después de la hipótesis de Cannon hay datos que avalan el concepto de “muerte por vudú” y de hecho puede tener mecanismos comunes al fenómeno conocido como muerte súbita que se da en nuestras sociedades. Incluso se puede hablar de enfermedad neurovisceral. Hay lesiones cardiacas que pueden desencadenarse por enfermedades neurológicas. Un ejemplo de ello serían los experimentos en animales de laboratorio en los que se ha producido necrosis cardiaca a través de estimular el hipotálamo, una región del cerebro que dirige la actividad hormonal del organismo. El exceso de catecolaminas (como la adrenalina), y sobre todo su acción directa sobre el corazón, puede producir toxicidad en el músculo cardiaco. Lo que en último término puede causar arritmias, y por tanto, un malfuncionamiento del sistema cardiovascular. Las lesiones del miocardio producidas por estrés pueden ser prevenidas por agentes que bloquean la acción de la adrenalina. Además del hipotálamo, las lesiones cardiacas también pueden producirse por estimulación en áreas de la corteza cerebral, como la ínsula (4).

El hecho de que existan estos mecanismos fisiológicos, y su implicación en la muerte por estrés emocional, no significa que todos seamos susceptibles de morir tras un ritual de magia negra, un maleficio o un mal de ojo. Dependerá, en buena medida, de nuestro cerebro y por supuesto de la susceptibilidad de nuestro sistema cardio-respiratorio (posibles lesiones asintomáticas). El miedo se puede aprender. Y la superstición nos puede llegar a matar. Pero la superstición, al igual que el miedo, está en nuestro cerebro. Por mucho que nos empeñemos en crear dioses, buenos o malos, que nos manejan como marionetas. Sirva este apunte de pequeño homenaje a un fisiólogo (W. Cannon) que investigó críticamente las posibles causas de un supuesto hecho paranormal.

Tito

1. Walter B. Cannon and “Voodoo Death”: A perspective from 60 years on. American Journal of Public Health, 92, 1564-1566 (2002)
2. “Voodoo” Death. American Journal of Public Health, 92, 1593-1596 (2002)
3. Samuels M.A. “Voodoo” death revisited: The modern lessons of neurocardiology. Cleveland Clinic Journal of Medicine, 74, supplement 1, S8-S16 (2007)
4. Cheshire W.P. and Saper C.B. The insular cortex and cardiac response to stroke. Neurology, 66: 1296-1297 (2006)