15 diciembre 2007

La mecánica de Dios: A vueltas con la creencia

“If you limit yourself to science, you always have to accept the possibility of God –and the possibility of no God” (God´s mechanics: How scientist and engineers make sense of religion)

¿Puede un científico creer en Dios? Ya sabemos que sí. Y de hecho no son pocos los científicos que creen en algún tipo de Dios. Pero pongamos la pregunta de otra manera. ¿Cómo puede un científico conciliar ciencia y fe (creencia en Dios) a la hora de entender la “realidad” en la que vive? Esto resulta cuanto menos paradójico ya que, en teoría, un científico utiliza el razonamiento empírico y su extraordinario poder predictivo, a la hora de explicar la Naturaleza. Entonces, ¿por qué cree un científico? En torno a esta cuestión gira el libro titulado “La mecánica de Dios: el sentido de la religión para científicos e ingenieros”, escrito por Guy Consolmagno, un astrónomo jesuita del observatorio Vaticano. Consolmagno, que se considera científico además de creyente, “quita hierro” a esta aparente paradoja ya que, en último término, ciencia y creencia son prácticamente la misma cosa. ¿En qué se basa? Después de leer el primer capítulo de su libro (“How Techies believe”), parece claro que su principal argumento consiste en las múltiples limitaciones del método científico. Tomando como excusa algunos de los argumentos que el autor esgrime en su capítulo inicial, me gustaría comentar algunos aspectos relacionados con el debate ciencia-creencia que, o bien no entiendo correctamente o bien me parecen sesgados de manera interesada.

Dios Y ciencia versus Dios O ciencia
¿Qué entendemos por Dios? El concepto “Dios” es como un comodín en el juego de naipes, se adapta a cualquier “jugada”. Y esta versatilidad de Dios hace que el debate ciencia-creencia parezca a menudo un diálogo de besugos. Porque no es lo mismo el Dios-Padre antropomorfo todopoderoso con barba blanca y camisón (religiones monoteístas); que una especie de “energía divina” distante y diseñada a la carta. Pero ahí no queda la cosa. ¿Qué entendemos por creencia? ¿Es el mismo “tipo de creencia” creer en un ser sobrenatural que creer que mi coche sigue donde lo he aparcado pocas horas antes? ¿Y, en definitiva, por qué hay tanta ambigüedad en estos conceptos? En mi opinión es una ambigüedad interesada en aras a facilitar la conciliación de lo irreconciliable. Pero eso es engañarnos a nosotros mismos. El problema es que, a pesar de la dualidad de magisterios profesada por algunos prestigiosos científicos (como S J Gould), Dios y la ciencia compiten por explicar lo que entendemos por “realidad objetiva”. Son dos visiones diferentes, aunque en ningún caso equivalentes, de aproximarse al cómo y al porqué de las cosas. Claro que esta competencia resulta muy incómoda y los intentos de suavizarla son muchos y a veces curiosos. El propio Consolmagno critica dos tipos de explicaciones acerca de Dios:

- Dios está allá donde no llega, o aún no ha llegado, el conocimiento científico. Es el llamado “Dios de los huecos”. Pero este tipo de Dios no parece convencer a nadie, ni siquiera a los creyentes. Es demasiado voluble. Teóricamente, las competencias de Dios no pueden depender del avance del conocimiento a lo largo de la historia.

- El conocimiento científico y objetivo puede explicar la existencia de Dios. Este es un concepto de Dios basado en la ciencia. O dicho de otro modo, la ciencia más puntera podrá pronto explicar aquello que entendemos por Dios como realidad externa, llámese esto conciencia global, realidades paralelas o alma, como código de información individual que puede trascender. La solución estará en entender bien la mecánica cuántica (por ejemplo, la película "¿Y tú qué sabes?").

Según Consolmagno, la “hipótesis de Dios” no puede ser sometida a la prueba científica o racional. En parte, porque Dios significa sobrenatural y por tanto, por definición, está fuera de lo natural. Y tratar de probar científicamente su existencia o no existencia carece de sentido. En otras palabras, no tiene sentido “vestir” con lenguaje científico la teología. Pero entonces, ¿dónde queda el Dios conciliable con la ciencia? Para este astrónomo, Dios y ciencia están codo con codo. Dios es una hipótesis razonable ya que la ciencia es muy limitada. ¿No es esto una falacia?

¿Qué significa que la ciencia es muy limitada? Según él, cualquier cadena de razonamiento lógico debe comenzar con la asunción de una verdad “auto-evidente”. Es decir, la creencia vendría antes que las explicaciones. Si asumimos, por ejemplo, la física de Newton terminaremos aceptando una visión determinista del universo; pero si asumimos la teoría cuántica, “probaremos” que la vida es azarosa y sinsentido. Añade que la ciencia nunca trata con certezas. Todo en ciencia está siempre sujeto a revisión. La ciencia sólo se aproxima a una verdad de la que nunca podrá tener certeza. Por tanto, “si te limitas a la ciencia, tú siempre tienes que aceptar la posibilidad de un Dios –y de un no Dios”. La ciencia está llena de creencias, por ejemplo “creemos que las leyes de la física que funcionaron ayer funcionarán todavía mañana” o “creemos que hay una realidad objetiva”. La razón está basada en la intuición. Y propone un silogismo como ejemplo: “Todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre; por tanto, Sócrates es mortal. Pero, ¿cómo sabemos que todos los hombres son mortales? ¿O que Sócrates es un hombre?”.

¿Son todas las creencias iguales?
En primer lugar, es cierto que la ciencia tiene límites pero, ¿significa esto que Dios puede existir? Yo creo que no. O, en todo caso, podría admitir que más allá de los límites de la ciencia exista Dios, pero también cualquier otra cosa, animal o lugar que nos venga en gana. Más allá del conocimiento objetivo..., todo depende de nuestra imaginación. ¿O acaso pensamos que hay “razones” por las que la “hipótesis Dios” tiene más sentido que la hipótesis “cualquier otra cosa”?
En segundo lugar, ¿podemos diferenciar distintos tipos de creencias? Es decir, ¿es comparable la creencia en Dios, ser sobrenatural, a la creencia de que el sol saldrá mañana o que si tiramos una manzana por la ventana caerá hacia la calle? En mi opinión no tienen nada que ver. Si el sol ha salido cada día desde que la humanidad tiene uso de razón, lo más probable es que también salga mañana. Pero lo más importante es que , el hecho de que el sol salga cada mañana, no es realmente una creencia. O al menos sería una creencia condicionada. Es decir, si mañana nos levantamos y el sol no ha salido o la manzana cae hacia el cielo, se acabó la creencia. Es así como funciona el método científico, ¿no? Tanto es así que ese mismo método nos ha permitido predecir el número de veces que saldrá el sol, la hora a la que va a salir, la energía que irradia cada vez que sale y también construir paneles solares. E incluso prever cuándo se apagará. ¿Es igual la creencia en Dios? ¿Cómo nos ayuda Dios a predecir la realidad (y digo Dios como si fuese el sol o la manzana, no la creencia en sí, lo cual es otra cosa muy distinta)? ¿No es creer en Dios más equivalente a creer que en lugar de un sol saldrán dos? (ver el artículo de Paul Davies "Taking science on faith" y una extraordinaria crítica en NeuroLogica).

Por tanto, ¿el hecho de que la ciencia sea limitada para comprender con total certeza el origen del universo implica que no podemos estar seguros de nada de lo que conocemos a nuestro alrededor? En mi opinión, Consolmagno está utilizando argumentos sesgados con una intención clara. Poner al mismo nivel de “verdad objetiva” la existencia del ordenador en el que estoy escribiendo estas palabras y la existencia de Dios. Y esta jugada tiene truco. Porque, puestos a admitir hipótesis, que importancia puede tener que más allá de lo que puedo conocer objetivamente exista Dios. Pues sí que la tiene, y aquí está el truco. Porque una vez justificada la existencia de Dios..., ¿quién nos dice que no interacciona con el devenir humano y el del Universo? ¿Si no podemos estar seguros de nada? Y al final terminamos creyendo, sin contradicciones, en el Dios de las religiones más tradicionales. Y esa es la jugada. Y yo creo que el método científico, a pesar de sus limitaciones, sí puede descartar la existencia de un Dios que intervenga en la Naturaleza a su antojo. Que en definitiva es el tipo de Dios en el que la mayoría de la gente cree, ¿o no?

El estudio científico de Dios
Pero hay algo más. Y es la sensación o intuición de que la existencia de Dios tiene un fundamento, encaja, tiene sentido. Esta es una baza muy importante de la “hipótesis de Dios”. Me refiero a las experiencias religiosas inefables que, según Consolmagno, tienen, y tratan de ocultar, muchos científicos creyentes. Me refiero a la moral, el Bien y el Mal. La libertad. El altruismo. Nuestra existencia parece cobrar un sentido trascendente tras esas palabras. Según otro científico, el genetista Francis Collins, la ley moral es universal y no puede ser producida por evolución ni por presiones sociales, sino por un ser infinitamente justo y bueno que llamamos Dios. Y es exactamente aquí donde entra en juego el cerebro. ¿Qué tiene que ver el cerebro con la existencia de Dios? (tema que hemos comentado anteriormente en esta bitácora)

El cerebro, y por tanto el comportamiento, puede ser estudiado mediante el método científico. Fruto de este estudio hoy sabemos que muchas de las llamadas experiencias religiosas (por ejemplo, alteraciones en la percepción de la realidad) o la conducta moral son naturales y dependen de la actividad de nuestro cerebro. Esto significa que son fenómenos intrínsecos al funcionamiento de nuestro cerebro y no refieren en ningún caso a realidades objetivas externas. De la misma manera, la propia creencia también requiere necesariamente la actividad de nuestro cerebro. Igual que las ensoñaciones, el lenguaje o el deleite estético cuando vemos una obra pictórica. Y, por supuesto, también el pensamiento lógico o racional que utilizamos cuando ponemos en práctica el método científico. La capacidad de abstracción. La capacidad de cálculo. El hecho de pensar que todo efecto tiene una causa. Son capacidades o estrategias naturales de nuestro cerebro que tienen que ver con los cambios y adaptaciones que este órgano biológico ha sufrido a lo largo del proceso evolutivo.

Quizá todo esto parezca una obviedad, pero si enmarcamos la creencia en Dios en el contexto de la función cerebral podemos estudiar a “Dios” científicamente. De hecho, lo único tangible que tenemos de Dios es la creencia en él. Dios está en el cerebro. Y sólo ahí. Y por eso hay tantos tipos diferentes de Dios y con características tan particulares, a veces semejantes a las nuestras (por ejemplo, Why is religion Natural). Y también es interesante preguntarse por qué está ahí (¿Es Dios un accidente?). Pero en cualquier caso, la realidad externa “Dios” que sugiere la creencia o la fe es pura fantasía. Otra cosa muy distinta, por mucho que le pese a Consolmagno, son el sol y la manzana. Porque además de formar parte de nuestros procesos mentales, están ahí fuera para nosotros y para el resto de los seres vivos. Y si no lo estuvieran, quizá tampoco estaríamos aquí para contarlo.

Tito