Los límites del efecto placebo

En esta bitácora hemos hablado varias veces del efecto placebo y de su implicación en la supuesta eficacia de muchas terapias mal llamadas alternativas (como la homeopatía y la acupuntura). También hemos discutido sobre si el efecto placebo puede ser extensible a todo tipo de enfermedades o exclusivamente al control del dolor. Hay un cierto acuerdo sobre que se puede conseguir cierto grado de analgesia utilizando un placebo, o lo que es lo mismo, la expectativa de una reducción del dolor provoca un alivio de éste. Esta posibilidad tiene además un aval anatómico-funcional: la existencia de un "sistema analgésico" endógeno (la morfina actúa de hecho sobre ese sistema) y la regulación de este sistema por centros superiores de la corteza cerebral (que permite "filtrar" la percepción del estímulo doloroso, de la misma manera que sabemos que ocurre con otras modalidades sensoriales). La mayoría de los "éxitos" de las pseudoterapias se obtienen precisamente en enfermedades cuya sintomatología incluye el dolor tanto agudo como crónico. ¿Pero qué ocurre con patologías que no cursan con dolor? Hace tiempo nos sorprendió la noticia de que en enfermos de Parkinson un tratamiento placebo provocaba respuestas neuroquímicas similares al tratamiento estándar para esta enfermedad (artículo). Esto se acompaña de una percepción de reducción de los síntomas por parte de los pacientes. En un reciente estudio se ha observado sin embargo que este efecto de alivio de los síntomas es subjetivo y que no se acompaña de una reducción objetiva de éstos. Es decir, el efecto placebo disminuye el estrés psicológico asociado con el sentimiento de estar enfermo, sin modificar los trastornos (en este caso motores) que produce la enfermedad. El efecto placebo sería por tanto inespecífico y podría contribuir de forma indirecta a producir una mejoría en los pacientes al ayudarles a afrontar psicológicamente su enfermedad.
La pregunta que se me ocurre es si esta acción inespecífica tendría que ver también con los supuestos "éxitos" de las pseudoterapias. Recordemos que el principal crédito de éstas es que "los pacientes reconocen sentirse mejor", o al menos conocemos a alguien a quien determinada pseudoterapia "le fue bien". Estos testimonios serían creíbles en el sentido de que los pacientes manifiestan su valoración subjetiva de los síntomas (por "desgracia" no se pueden hacer valoraciones objetivas porque los métodos "de la medicina convencional no son adecuados para valorar la eficacia de "las pseudoterapias"). Sumado esto al sesgo cognitivo de recordar principalmente este tipo de testimonios "positivos" pero no los "negativos" nos ayuda a entender la buena prensa que tienen estas pseudoterapias.
Lupe