De la percepción y los límites de la realidad
Un buen día la señora M. decide visitar al neurólogo. Está muy preocupada porque últimamente le está ocurriendo algo inexplicable y, en cierto modo, absurdo. Oye música. Y no cualquier música. Son canciones de su infancia, que escucha alto y claro, sin poder evitarlo. Pero sólo las escucha ella, nadie más a su alrededor. ¿De dónde viene esa música?, se pregunta. El señor T. está aterrorizado pues es protagonista de la peor pesadilla que pudo nunca imaginar. Lleva horas en el suelo, justo al lado de la cama. Cuando llega el médico, avisado por sus familiares, trata de explicarle su situación, con asombro y perplejidad: “Estoy siendo víctima de una broma de muy mal gusto, doctor, no le veo la gracia a meter una pierna que no es mía en mi cama” -dice, señalando su pierna derecha-. “No pienso volver a la cama hasta que no se la lleven de aquí”. La joven S. es una persona peculiar para sus amigos. Frecuentemente insiste y asegura con vehemencia que ya ha estado con anterioridad en sitios que visita por primera vez. Esta sensación se denomina déjà vu. A veces no son sólo lugares, también escenas o situaciones que está segura de haber vivido con anterioridad. ¿Reminiscencias de vidas pasadas?
Estos sujetos están diciendo la verdad y describen con fidelidad la realidad tal y como la perciben. De hecho, si realizáramos una prueba de imagen cerebral (i.e. PET), por ejemplo a la señora M., podríamos confirmar la correspondiente actividad neuronal en su corteza cerebral auditiva cuando ella dice que está escuchando las canciones de su infancia, a pesar de que alrededor de ella haya un silencio sepulcral que todos los que la rodean pueden constatar. Entonces, ¿de qué “tipo de realidad” hablan estos sujetos? Los ejemplos citados anteriormente, algunos de los cuales menciona Oliver Sacks en “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” (hay más ejemplos como estos en otros de sus libros), corresponden a pacientes que padecen algún tipo de patología que afecta a sus cerebros (como una hemorragia cerebral o epilepsia) y como consecuencia interpretan como realidad cosas que no son reales. Pero lo más interesante es que esto no es algo circunstancial que ocurre sólo en cerebros patológicos, sino que está directamente relacionado con cómo funciona y está organizado nuestro cerebro. Y es que, hay áreas de la corteza cerebral implicadas en procesar e interpretar la información del mundo que nos rodea (i.e. corteza parieto-temporal) de manera que una alteración transitoria en la actividad de dichas áreas puede hacernos pensar que oímos la voz de Dios que nos habla, que hay partes de nuestro cuerpo que no nos pertenecen, o incluso, que estamos flotando fuera del mismo. Prueba de que esto es así son los estudios en los que se muestra que este tipo de experiencias “extrañas” pueden ser inducidas experimentalmente en individuos normales y sanos mediante técnicas de estimulación (eléctrica o magnética) aplicada a áreas más o menos determinadas de la corteza cerebral (ver Michael A. Persinger), y también tras la administración de determinadas drogas (ver Susan Blackmore). Estos estudios sugieren que, por suerte o por desgracia, el cerebro es nuestro hacedor de la realidad, de manera que si su función está alterada podemos llegar a experimentar una “realidad ficticia”.
Un chico llamado F. cuenta que un día mientras meditaba, lo cual es práctica habitual para él, sintió que su cuerpo se desdoblaba en dos. Él habla de proyecciones astrales (ver “proyecciones astrales: ¿dentro o fuera de nuestro cerebro?”) y asegura que un “yo” etéreo salió fuera de su cuerpo, e incluso se pudo observar a sí mismo desde el techo de su habitación. Y no fue un sueño o una alucinación, ¡ocurrió realmente!, asegura. La señora K. cuenta que paseaba un día por el campo y de repente, sin venir a cuento, tuvo una sensación de plenitud absoluta. Entonces vio al hacedor del Universo, el cual la miró, mientras brillaba con una luz no cegadora, y le hizo partícipe de la verdadera esencia del Cosmos. Desde entonces su vida no es la misma, y se ha construido un santuario con su nombre. También ha cambiado la vida del señor X. Cuenta que un día estuvo a punto de morir de un ataque al corazón. Aquel día que sufrió el infarto, hizo un “viaje” inesperado. Vio un túnel, al final del cual había una luz. Sintió una paz muy grande y vio a familiares suyos, ya fallecidos, que le saludaban y miraban complacientes. Asegura que cruzó la línea de la muerte aunque entonces no era su momento y le ordenaron regresar a la vida.
Estos sujetos están diciendo la verdad y describen con fidelidad la realidad que perciben. ¿De qué “tipo de realidad” hablan estos sujetos? Cabe la posibilidad de que lo que le ocurrió al chico, F., no sea más que una prueba de que existen alma y cuerpo como entes independientes. ¿Y la señora K.? Quizás ella es una privilegiada y ha podido comprobar que hay algo superior, por encima de nosotros y que ha creado todo lo que vemos. En cuanto al señor X..., cabe la posibilidad de que, en realidad, exista vida después de la vida, un más allá de la muerte donde volvemos a encontrarnos con nuestros familiares y amigos. Sí..., cabe la posibilidad...
R. Dawkins, en un programa de televisión y refiriéndose a las pruebas que avalan la teoría de la evolución, dijo algo parecido a esto: Si un día en la noche, en la oscuridad más absoluta, oímos un sonido de cascos de un animal que corre golpeando el asfalto, cabe la posibilidad de que sea un unicornio u otro animal mítico..., pero lo más probable, lo más seguro, ¡es que sea un caballo!
Tito
P.D. Percepción: Proceso neurofisiológico, en el que participan áreas específicas del cerebro, por el que tomamos conciencia del mundo que nos rodea. Realidad: Todo lo que constituye el mundo real, lo que ocurre verdaderamente.