20 enero 2006

De la percepción y los límites de la realidad

Un buen día la señora M. decide visitar al neurólogo. Está muy preocupada porque últimamente le está ocurriendo algo inexplicable y, en cierto modo, absurdo. Oye música. Y no cualquier música. Son canciones de su infancia, que escucha alto y claro, sin poder evitarlo. Pero sólo las escucha ella, nadie más a su alrededor. ¿De dónde viene esa música?, se pregunta. El señor T. está aterrorizado pues es protagonista de la peor pesadilla que pudo nunca imaginar. Lleva horas en el suelo, justo al lado de la cama. Cuando llega el médico, avisado por sus familiares, trata de explicarle su situación, con asombro y perplejidad: “Estoy siendo víctima de una broma de muy mal gusto, doctor, no le veo la gracia a meter una pierna que no es mía en mi cama” -dice, señalando su pierna derecha-. “No pienso volver a la cama hasta que no se la lleven de aquí”. La joven S. es una persona peculiar para sus amigos. Frecuentemente insiste y asegura con vehemencia que ya ha estado con anterioridad en sitios que visita por primera vez. Esta sensación se denomina déjà vu. A veces no son sólo lugares, también escenas o situaciones que está segura de haber vivido con anterioridad. ¿Reminiscencias de vidas pasadas?

Estos sujetos están diciendo la verdad y describen con fidelidad la realidad tal y como la perciben. De hecho, si realizáramos una prueba de imagen cerebral (i.e. PET), por ejemplo a la señora M., podríamos confirmar la correspondiente actividad neuronal en su corteza cerebral auditiva cuando ella dice que está escuchando las canciones de su infancia, a pesar de que alrededor de ella haya un silencio sepulcral que todos los que la rodean pueden constatar. Entonces, ¿de qué “tipo de realidad” hablan estos sujetos? Los ejemplos citados anteriormente, algunos de los cuales menciona Oliver Sacks en “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” (hay más ejemplos como estos en otros de sus libros), corresponden a pacientes que padecen algún tipo de patología que afecta a sus cerebros (como una hemorragia cerebral o epilepsia) y como consecuencia interpretan como realidad cosas que no son reales. Pero lo más interesante es que esto no es algo circunstancial que ocurre sólo en cerebros patológicos, sino que está directamente relacionado con cómo funciona y está organizado nuestro cerebro. Y es que, hay áreas de la corteza cerebral implicadas en procesar e interpretar la información del mundo que nos rodea (i.e. corteza parieto-temporal) de manera que una alteración transitoria en la actividad de dichas áreas puede hacernos pensar que oímos la voz de Dios que nos habla, que hay partes de nuestro cuerpo que no nos pertenecen, o incluso, que estamos flotando fuera del mismo. Prueba de que esto es así son los estudios en los que se muestra que este tipo de experiencias “extrañas” pueden ser inducidas experimentalmente en individuos normales y sanos mediante técnicas de estimulación (eléctrica o magnética) aplicada a áreas más o menos determinadas de la corteza cerebral (ver Michael A. Persinger), y también tras la administración de determinadas drogas (ver Susan Blackmore). Estos estudios sugieren que, por suerte o por desgracia, el cerebro es nuestro hacedor de la realidad, de manera que si su función está alterada podemos llegar a experimentar una “realidad ficticia”.

Un chico llamado F. cuenta que un día mientras meditaba, lo cual es práctica habitual para él, sintió que su cuerpo se desdoblaba en dos. Él habla de proyecciones astrales (ver “proyecciones astrales: ¿dentro o fuera de nuestro cerebro?”) y asegura que un “yo” etéreo salió fuera de su cuerpo, e incluso se pudo observar a sí mismo desde el techo de su habitación. Y no fue un sueño o una alucinación, ¡ocurrió realmente!, asegura. La señora K. cuenta que paseaba un día por el campo y de repente, sin venir a cuento, tuvo una sensación de plenitud absoluta. Entonces vio al hacedor del Universo, el cual la miró, mientras brillaba con una luz no cegadora, y le hizo partícipe de la verdadera esencia del Cosmos. Desde entonces su vida no es la misma, y se ha construido un santuario con su nombre. También ha cambiado la vida del señor X. Cuenta que un día estuvo a punto de morir de un ataque al corazón. Aquel día que sufrió el infarto, hizo un “viaje” inesperado. Vio un túnel, al final del cual había una luz. Sintió una paz muy grande y vio a familiares suyos, ya fallecidos, que le saludaban y miraban complacientes. Asegura que cruzó la línea de la muerte aunque entonces no era su momento y le ordenaron regresar a la vida.

Estos sujetos están diciendo la verdad y describen con fidelidad la realidad que perciben. ¿De qué “tipo de realidad” hablan estos sujetos? Cabe la posibilidad de que lo que le ocurrió al chico, F., no sea más que una prueba de que existen alma y cuerpo como entes independientes. ¿Y la señora K.? Quizás ella es una privilegiada y ha podido comprobar que hay algo superior, por encima de nosotros y que ha creado todo lo que vemos. En cuanto al señor X..., cabe la posibilidad de que, en realidad, exista vida después de la vida, un más allá de la muerte donde volvemos a encontrarnos con nuestros familiares y amigos. Sí..., cabe la posibilidad...

R. Dawkins, en un programa de televisión y refiriéndose a las pruebas que avalan la teoría de la evolución, dijo algo parecido a esto: Si un día en la noche, en la oscuridad más absoluta, oímos un sonido de cascos de un animal que corre golpeando el asfalto, cabe la posibilidad de que sea un unicornio u otro animal mítico..., pero lo más probable, lo más seguro, ¡es que sea un caballo!

Tito

P.D. Percepción: Proceso neurofisiológico, en el que participan áreas específicas del cerebro, por el que tomamos conciencia del mundo que nos rodea. Realidad: Todo lo que constituye el mundo real, lo que ocurre verdaderamente.

12 enero 2006

Abducidos en Magonia



No, no estamos secuestrados en la ciudad mágica situada entre las nubes donde los campesinos franceses del siglo IX creían que vivían los brujos tempestarios. En realidad el título hace referencia al último apunte que Luis Alfonso Gámez ha anotado en su bitácora Magonia: Abducidos. El apunte surge de una entrevista que Gámez realizó a la psicóloga Susan Clancy para el periódico El Correo. Dicha entrevista sirve de excusa para comentar los mecanismos neuropsicológicos que diferentes investigadores, como Clancy o Christopher French, proponen para explicar las experiencias de supuestas abduciones (sin tener que recurrir a la hipótesis fráncamente menos verosimil de que dichas abduciones sean reales). Estos mecanismos incluyen los episodios de parálisis del sueño y la creación de falsas memorias en muchos casos inducidas por hipnosis (tema pendiente en esta bitácora).

Precisamente el objetivo original de Clancy era mostrar que la hipnosis no es una herramienta válida para la recuperación de memorias, supuestamente reprimidas, de experiencias traumáticas como los abusos sexuales en la infancia, por lo que no puede ser utilizada para probar la existencia de dichos abusos (por ejemplo en un proceso judicial). Para ello utiliza al grupo de personas que afirman, tras una sesión de hipnosis, haber recuperado la memoria de su abdución por alienígenas como grupo control de comparación, pues el acontecimiento del cual han recuperado la memoria es manifiestamente improbable que haya realmente ocurrido. Quizás se le pueda criticar a Clancy que, teniendo en cuenta este objetivo original de sus investigaciones, haya derivado su interés hacia las abduciones hasta el punto de publicar un libro sobre el tema. Pero sería una falacia utilizar esto para argumentar que sus conclusiones sobre las experiencias de abducciones son incorrectas. Como también sería una falacia afirmar que son falsas dichas conclusiones porque Clancy utiliza como premisa la imposibilidad de las abduciones. Tanto la parálisis del sueño como la creacion de falsas memorias son fenómenos neuropsicológicos bien estudiados que pueden sufrir todos los individuos sin que ello sea síntoma de ninguna patología. Si a estos dos fenómenos añadimos los errores de percepción sensorial que todos podemos también sufrir, y las alteraciones en el funcionamiento de las áreas cerebrales implicadas en situar nuestro cuerpo en el tiempo y en el espacio (corteza parieto-temporal), quedan explicadas virtualmente todas las experiencias paranormales que narran de forma sincera muchos individuos (el resto simplemente miente). Y por supuesto, el contexto cultural determinará la categoría en la que se encuadre dichas experiencias (abduciones, extasis místico, ...).

Pero lo que no deja de sorprender es el tipo de argumentos utilizados por los críticos de las investigaciones escépticas. Y los comentarios al apunte de Gámez son un buen muestrario (las cursivas son mías): "Se ve la pobreza de pruebas en contra y la enorme tendeciosidad de estas personas [Clancy y Gámez] por tratar de negar tan bobamente lo que no se puede negar ni afirmar." "Pero que narices tendra que ver la paralisis de sueño con abducciones. No mezcleis churras con merinas." "Bonito es ver como algunos se tragan los estudios falsamente cientificos de una niñata." "Como que todos los abduccidos son personas con trastornos del sueño...... vamos hombre eso no te lo crees ni tú." "Pues yo puedo ser fantasioso de echo me gusta mucho la ciencia ficcion etc etc y jamas me han abducido sin embargo paralisis por sueño si me ha sucedido lo que pasa que ahora la niña escribe un libro y asi se forra que de eso trata este mundo de forrarse a toda costa." Todo se resume a este catálogo de, digamos, falacias de libro, más las supuestas pruebas de las visitas extraterrestres que no incluyen, claro, evidencias físicas que puedan sera analizadas, sino simplemente testimonios (lo que nos remite otra vez al párrafo anterior).

Y yo me pregunto, tener la mente abierta (supuesta cualidad de los defensores de lo paranormal), ¿consiste exclusivamente en aceptar como probable lo imposible? ¿O no es más bien sinónimo de aceptar diferentes posibilidades de explicación de un fenómeno en base a la existencia de evidencias objetivas y contrastables? En realidad el sentido de esta bitácora es precisamente acercar esas posibles explicaciones alternativas (y más verosímiles) a aquellos que comparten con nosotros la segunda definición de mente abierta.

Lupe

PD: Si he pecado de soberbio, que el señor me perdone.

05 enero 2006

Eccles y la conciencia


Fernando G. Toledo, en su bitácora Razón Atea, ha escrito un apunte que los miembros de este foro suscribiríamos (yo al menos lo hago) sin dudar: La materialidad de la conciencia. Tanto este apunte como los previos (Versus John Eccles y Contra un enemigo del cerebro) giran en torno a la crítica del dualismo del neurocientífico y premio Nobel John Eccles. Solo unos profundos prejuicios religiosos pueden explicar que, con el vasto conocimiento acumulado tanto básico (neurobiología) como clínico (neurología), Eccles mantuviera a finales de la decada de los 80 del siglo pasado la separación entre el cerebro y la mente (el alma) en base a la hipótesis de que existen unas entidades inmateriales, las psiconas (unidades mentales), que interaccionan con las neuronas durante los procesos conscientes. No estoy muy interesado en esta teoría (no se puede falsar, dada la inmaterialidad de las psiconas), pero si además, como comenta Fernando G. Toledo, Eccles sostenía el origen divino del alma (de las psiconas, asumo) pues todo queda clarificado.

Lupe

PD: Bueno, reconozco que un cierto interés en las ideas de Eccles si tengo. No hace mucho conseguí de saldo un ejemplar de La evolución del cerebro: creación de la conciencia, donde se expone la hipótesis de la psicona.